Golf para Dummies #21: la lluvia
Por: Carlos Andrés Jiménez // @CarlosAJime
Para la mayoría de los mortales poder practicar su deporte o pasatiempo preferido al aire libre, es probablemente una de las mejores terapias contra las enfermedades y la depresión, sin embargo, en nuestro caso, el de los golfistas, existe un riesgo inminente del cual es imposible refugiarse: la lluvia.
Varias de las actividades físicas, más comunes, podrían llevarse a cabo bajo condiciones adversas derivadas del mal tiempo, este es el caso del fútbol o el ciclismo, entre otros; deportes en los que reglamento de juego continúa intacto, inamovible, conservando el mismo objetivo, a pesar de las vicisitudes del clima. Pero en el golf, las cosas pueden cambiar sustancialmente, sobre todo en su reglamento.
Para nuestro amado deporte, en cualquier momento del año, sale a colación la conversación de lo mucho que ha llovido y de sus correspondientes consecuencias sobre el campo: fairways donde la bola no rueda o se entierra, bunkers duros como una piedra o similares al mar muerto, greens pesados y bastante ilegibles, cuestiones que sumadas generan, de manera implacable, que cada hoyo se haga más largo en lo que al tiempo se refiere —con la disculpa casi siempre válida de no poder desarrollar su acostumbrado performance por falta de ritmo— y que todas estos cambios se reflejen en el puntaje final.
Con base en lo anterior y a partir de este concurso de quejas y “disculpas”, este hermoso y condescendiente deporte adoptó ya hace un tiempo un conjunto de “reglas de invierno”, cuya potestad de implementarlas es exclusiva del campo, aunque muchas veces sea el jugador quien decida, y de las cuales es menester recordar su principal parágrafo:
- Una bola que reposa en el recorrido en una zona de césped segada a ras puede ser levantada sin penalidad y limpiada. Antes de levantar la bola el jugador debe marcar su posición. Una vez levantada la bola debe colocarla en un punto dentro de (especificar área, por ejemplo, quince centímetros, longitud de un palo, etc.) y no más cerca del agujero de donde reposaba originalmente, que no esté en un obstáculo ni en un green.
- Un jugador puede colocar su bola solamente una vez y está en juego cuando ha sido colocada. Si la bola al colocarla queda en reposo en el punto en el que ha sido colocada y posteriormente se mueve, no hay penalidad y la bola debe ser jugada como repose, salvo que se aplique lo establecido en alguna otra Regla.
- Si el jugador no marca la posición de la bola antes de levantarla o mueve la bola de cualquier otra forma, como rodarla con un palo, incurre en la penalidad de un golpe.
Claro, hasta aquí todo perfecto, sin embargo, las reglas de invierno traen consigo un conjunto de situaciones tales como mover la bola con el palo más de lo permitido, asentar con el pie el terreno que rodea la misma, cambiar la bola o evitar un obstáculo cambiando la situación de reposo, todo lo cual facilita la trampa o el error intencional y pone a prueba, cada vez más, la caballerosidad, la etiqueta y el juego limpio, elementos vitales para la relación con sus partners y su grupo de juego.
Por tanto, estimado lector, independientemente de las condiciones climáticas en las que lleve a cabo su día de golf, siempre tenga presente que su objetivo fundamental es hacer menos golpes sin alejarse del reglamento, sin que una excusa le habilite todo y verificando siempre las reglas internas que aplican en el campo donde se está batiendo.
No haga como ese amigo que aplica las normas según esté jugando y que, sin preguntar si hay reglas de invierno o no, elige el mejor lie posible para su bola, argumentando que hay cuestiones del campo que le impiden demostrar lo mejor de su juego, el cual, por cierto, nunca hemos podido apreciar.
“Pon tu bola en juego en el inicio del hoyo,
juega el campo como lo encuentres,
juega solo tu propia bola,
y no la toques hasta sacarla de hoyo”
Richard S. Tufts – “Los principios detrás de las reglas de golf”