Jugando para campeonato

Por: Sebastián Heredia // Tw: @Sebheredia

Miércoles. Mientras el mundo del golf estaba convulsionado por la lesión de Dustin Johnson (número 1 del mundo) luego de su caída por las escaleras de la casa en la que se hospedaba a la espera del Masters, Sergio García en su hotel, recibía una llamada.

Al español le sonó su teléfono antes de dormir y del otro lado estaba José María Olazabal, el mítico campeón de Augusta en 1999, año en el que García debutó en este Major e ídolo del nacido en Borriol.

“Chema” simplemente quería darle un mensaje de apoyo a Sergio en la que sería su su aparición 74 en uno de los eventos grandes del golf. Quería motivarlo y demostrarle, que desde la lejanía lo acompañaba en el sueño de la chaqueta verde. Antes de colgar, Olazabal le dejó una frase: “Mi casillero ya no lo comparto con nadie en el club house, me gustaría que, a partir del domingo, tu fueras mi compañero.”

Cuatro años atrás, esa frase hubiera acabado con la mentalidad de Sergio García. Le hubiera puesto una presión extra casi inmanejable, lo hubiera sacado de foco y le hubiera disparado la ansiedad. Porque así jugaba García ante la adversidad.

Pero este es un nuevo jugador, que cambió tal y como lo dijo luego de enfundarse la chaqueta verde: “Hace 4 años hice las paces con este campo”. El Augusta National siempre le había traído problemas pues según él «su juego era incompatible con el campo», sin importar dónde estuvieran las banderas. Pero estas barreras, con el tiempo, fueron cayendo.

“Entendí que este campo como te quita, te da. Puede sacarte del juego en un hoyo y en el siguiente te puede volver a meter”. Y así le sucedió. Desde el jueves fue el más constante. Las rondas del viernes y del sábado le permitieron salir en el último grupo junto a su amigo Justin Rose, con quien no sólo comparte campo de entrenamiento, sino la misma marca de palos y ropa.

Domingo. Los bogeys en el 10 y en el 11 lo alejaron de su compañero de juego. Mientras el español firmaba hasta ese momento un -6. Rose más sólido con el putter que con los hierros, se acomodaba con un -8. Pero llegaron el 14 y 15 para el español. Su frase “te quita como te da” cobró valor. 1 birdie y 1 águila (el último campeón en lograr un águila en el 15 fue Olazabal) con mejores approach que putts, lo pusieron de nuevo en la punta para disputar el campeonato.

Estuvo sutil, preciso y certero con los hierros. Todo lo que tuvo fuera del green, por momentos le faltó dentro de él. En el 18, para campeonato, desperdició un putt y tuvo que ir al playoff para ganarlo. En otro momento de su vida, ese putt hubiera sido el peor fantasma para Sergio. Pero esta vez era diferente. No reaccionó, su foco nunca cambió, tanto que camino al club house para firmar la tarjeta antes de la definición, apenas miró a Angela Akins, su novia con la que se casará en los próximos meses.

20 años atrás, cuando ya era conocido como “El Niño”, García tenía como único objetivo ser tan grande como su ídolo: el inigualable Seve. El campeón del 80 y 83 era la inspiración de Sergio. Su carrera con muchos picos altos y grandes actuaciones, necesitaba un título que lo pusiera cerca de Ballesteros y Olazabal, pero el fantasma del golfista frágil en momentos decisivos todavía lo perseguía.

El sorteo en el playoff fue para Rose. García, en 2007 ya había estado en una situación similar. Definía el Open Championship en un playoff contra Padraig Harrington, el título fue para el sudafricano y otro grande se le fue al español. Pero esta vez fue diferente. Una vez situado en la definición, no le quitó la mirada a la bola y jugó por segunda vez en el día el hoyo 18 con la suficiencia necesaria para ser campeón.

Mientras Rose jugaba para buena desde los pinos, García con su afilado hierro estaba de 2 en green y a un putt del título. Rose hizo lo suyo, jugó pensando en el error de su compañero, pero éste nunca llegó. Otro fantasma acompañaba a Sergio, el putt inmediatamente anterior en ese mismo hoyo lo había errado.

Nuevamente, hace 4 años la historia sería diferente. Pero a García nadie le quitaba la chaqueta verde en esta ocasión. Atrevido, jugó con la caída a la derecha y bordeando el hoyo, la bola entró. Sergio se arrodilló y se enfundó en un abrazo con Glen Murray, su caddie, quien lo acompaña hace más de 8 años.

En el club house ya con la chaqueta verde y sin descartar la posibilidad de casarse con ella puesta en unos meses, Olazabal avisaba que tenía nuevo compañero de casillero en el Augusta National, la llamada se convertía en realidad.

Sergio García consiguió el que es, quizá, uno de los títulos que le faltaba a la generación dorada del deporte español que compite desde el 2000.  A sus 37 años -nunca es tarde para triunfar- mató fantasmas, jugó desde el inicio para campeonato y se puso «la verde» el día en el que el gran Seve Ballesteros –su inspiración- estaría cumpliendo 60 años.

Este putt selló la victoria del español:

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