Golf para Dummies #16: ‘Infierno’

De todos los lugares que he recorrido, sólo he
conocido uno que está tan cerca del paraíso como del infierno
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Por: Carlos Andrés Jiménez // Twitter: @CarlosAJime

En un mundo tan diverso y del que he tenido la posibilidad de recorrer algunos lugares, sólo he encontrado un sitio semejante al jardín del Edén: plagado de oasis verdes, llenos de agua, donde la paz es el partner permanente, pero, a su vez, adornado de agentes naturales y físicos completamente adversos y agresivos; un lugar custodiado por cancerberos o animales al asecho dispuestos a impedir el tranquilo y normal recorrido de un juego.

Se trata de un campo de golf en clima caliente, en el interior, en las montañas, algo que se traduce en el infierno mismo si, además, Usted es un cachaco bogotano.

Quédese tranquilo amigo lector, ya sé que usted conoce, bajo esas condiciones, infinidad de buenos campos, con diseños de altísimos estándares, donde la afirmación inicial carece de total sentido, por eso, aunque no es un juicio definitivo y si algo subjetivo, déjeme explicarle por qué hablo de “infierno” o el porqué de ese calificativo que puede parecer exagerado. Algo que haré en 3 breves párrafos:

  • De entrada, es absolutamente indispensable que su juego inicie en las primeras horas del día, es decir: su levantada no puede pasar de las 4:30 o 5:00 am, esperando que el sol no se haya puesto en lo más alto del cielo. Y a pesar de seguir esta instrucción, seguro va a recibir al astro rey de frente en el hoyo 11 o 12 y dejará de sentirse cómodo, mientras ve a algunos niños y sus padres lanzarse a una piscina, algo que sólo podrá hacer después de una hora, como mínimo.
  • Teniendo en cuenta que estamos en una zona tropical, donde pululan animales e insectos de toda naturaleza, se hace completamente imperativo que tome las precauciones correspondientes: báñese, literalmente, en todo tipo de cremas, bloqueadores y demás menjurjes que “garanticen” en alguna medida que los zancudos no harán nidos en sus piernas, orejas y que podrá, por lo menos, concentrarse ante la bola. Eso sí, esto dura muy pocos segundos porque después no habrá capa de ozono que lo salve.
  • Por último: producto de adoptar las medidas anteriores, es inevitable que al término de unos días de golf de alto vuelo, con un sol radiante y el mercurio a punto de hacer erupción en el termómetro, la piel de sus brazos y tronco se transformen en extremidades de confusos colores, donde deja en evidencia plena que tuvo una recibió el sol de manera dispareja y que acentuó aún más su tonalidad blanca y canela, haciéndose más parecido al popular. Es decir, como Usted y yo lo sabemos, ese “bronceado” no lo hará ver más atractivo.

Tras todo lo anterior, querido amigo lector, le diré una cosa: podré parecer algo amargado o conservador, pero, para mí, no existe mayor privilegio, para el golfista amateur colombiano, que poder jugar en la altura o en un piso térmico medio, donde el resultado sea el producto de su verdadero nivel y los factores antes mencionados no vayan en detrimento de su juego.

Así que más allá de que usted logre sumar los mismos golpes en un lugar o en el otro, no caiga en el infierno o, si lo hace, vaya preparado porque ya sabe lo que viene y, más allá de disfrutar de un lindo paisaje o de un campo distinto, Usted puede convertirse en el banquete de las hormigas o en el insolado del paseo.

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