Golf para Dummies #15: jugar de verdad

Como en todo aprendizaje de cualquier disciplina, actividad o ciencia,
una cosa es la teoría y otra muy diferente la práctica
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Por: Carlos Andrés Jiménez // Twitter: @CarlosAJime

Sí, ya todos sabemos que Usted no sólo se defiende jugando golf sobre el papel, que domina a la perfección la jerga tradicional del deporte y que, cada 8 días en la previa de su salida al campo, echa 200 bolas en cada una de las canchas diferentes en las que juega por semana; todo eso ya está claro. Pero no es a eso a lo que me quiero referir, se trata más bien de jugar de verdad, de jugar con todas las aristas y variables que una ronda de golf supone.

Y es que a pesar de ese esfuerzo e inversión titánica, de la cantidad de tiempo y plata, que ha hecho a lo largo de su carrera amateur, lamento comunicarle que, para mí, no ha jugado o competido realmente si no ha participado en un Torneo importante, que, en nuestro caso muy amateur, se trata concretamente de un Abierto. ¿No lo ha hecho? Amigo, no ha jugado golf de verdad.

Participar de manera oficial en un Abierto lo compromete a Usted, buen lector, a no sólo tratar de realizar su mejor swing o a encontrar el añorado sweet spot en cada impacto con sus hierros. Es más que eso. Competir a este nivel implica un delicado y permanente manejo de la presión y de su ansiedad, destreza que no se adquiere jugando con sus partners de cada semana, donde todo es risa y apuestas cariñosas.

Al competir bajo este entorno, Usted se enfrenta, mirando a los ojos, a un monstruo de muchas cabezas representadas de mil maneras: público, expectante por ver el futuro del golf nacional, ubicado en torno al tee de salida, jugadores desconocidos que lo único que pretenden es derrotarlo en el papel y en la práctica; jueces que verifican su juego camuflados en el rough, cuyo rigor solo espera el momento para cantarle a la cara su desconocimiento del reglamento; falsos cantos de sirena que lo llevan a oír voces dulces entre los árboles diciéndole lo bien y lo sólido que viene jugando, ramas que le generan una confianza momentánea y farisea y que ante la primera adversidad lo empujan al precipicio de la inseguridad y el descontrol. Un monstruo que es el diablo, en pocas palabras.

Y este terrible demonio, colgado a su espalda, no es invencible, todo lo contrario, puede darle una lucha frentera, en franca lid siempre y cuando, amigo golfista, salga regularmente de su zona de confort. Enfrente sus temores y los de la cancha en escenarios ajenos a su costumbre. Acepte siempre el reto a lo desconocido: nuevos partners, diferentes canchas y, sobre todo, participe en eventos organizados que refuercen su carácter y nervios.

De este lado le pido y le digo: no se convierta, como lo vimos en ediciones anteriores, en el campeón del campo de práctica y salga de ese lugar en el que la presión y la ansiedad no existen, haciendo que su swing e impacto se confundan con el de Jordan Spieth.

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