Golf para Dummies #13: dulce condena

Por: Carlos Andrés Jiménez // Twitter: @CarlosAJime

Es imposible hacerlo, ninguna persona que se auto proclame ‘golfista’ puede negarlo, nadie puede escapar. Cuando se está parado en ese lugar, ellos o ellas se enfrentan a un océano extenso con falsos cantos de sirena, a un mar de pensamientos negativos que se traduce en un simple obstáculo: el agua, los lagos.

Para el planeta es y son vida, pero en este deporte se trata de una muerte lenta en sus aspiraciones de recoger algo de las apuestas. Los lagos están estratégicamente dispuestos a lo largo del fairway y generalmente anteceden al green, que, a su vez, también está protegido por búnkeres. Por lo tanto, llegar con vida y con la misma pelota a ese lugar es toda una proeza, sin exagerar.

Creo que no existe un mayor examen de confianza, que implique más concentración para el jugador, que éste. El de salir del tee o tirar en medio del fairway al green con la esperanza de dejarla (a la bola) lo más cerca a la bandera. Y diciendo cerca estoy hablando de la forma en que lo hacemos en un nivel amateur, como el suyo o el mío, ahora no se crea Dustin Johnson….

Por eso, si aún no se siente identificado, pasemos al escenario, donde todo puede ser más claro:

Hoyo 18, par 5 y usted lidera por 2 puntos el juego. -Ante todo, cabe aclarar que cuando estamos jugando bien lo sentimos y no es necesario confirmar su ubicación en la tabla de posiciones con sus partners, pues lo único que está haciendo es comprar presión adicional-.

Así que volvamos: elije pegar el drive de nuevo, viene con confianza, golpeando sin forzarlo. Golpea sólido y sale al centro del fairway, algo conservador, queriendo asegurar el hoyo. Lo que en cierta lengua nativa se conoce como el golf comercialito.

En la ejecución de su segundo tiro requiere un golpe de 170 yardas para dejarla antes del lago, que antecede el green, y le ofrece quedar separado de la bandera por sólo 125 yardas. Se decide por pegar el hierro 8, ya que le ofrece mayor seguridad y no pone en riesgo “echarla” al agua. Perfecto. Back swing lento atrás, y hacia el frente amplio, dejando que el palo trabaje. -Típica lección de clase en Makro de la 195-

Se enfrenta ahora al precipicio de la esperanza, a la dulce y placentera condena de pasar el obstáculo más enconado del campo, con un tiro que requiere todo su tiempo y concentración. Escoge su palo preferido, un Pitching para jugarlo tranquilo a centro de green.

Pero como el golf es algo parecido a todos los deportes, y en estos poco o nada está escrito, sin darse cuenta, sale un sapo que nunca estuvo en las cuentas, con un divot de tamaño descomunal. “No puede ser!”; “tranquilo, todavía puede hacer Bogey”, se repite a sí mismo. Postura, respiración, todo Ok y golpea flojo, sin convicción. La bola en un vuelo que parece una eternidad agotadora, pica en el antegreen y con la misma tibieza de su impacto, se devuelve al agua ayudada por la pendiente. El resto es historia. Hace 9 y pierde por 1 golpe. Normal.

Desde ese día, la película se repite sin pausa cada vez que juega. Se lo recuerdan con burla y aquel jugador se da cuenta que hay que guardarle respeto a lo que se enfrenta. Siempre. No importa si va ganando por 8 golpes o mañana juega el Club Colombia Championship. Nadie es inmune al contagio de nervios y presión ante semejante reto; un clásico que dura para toda la vida.

Pero si aún no lo cree, acá le mostramos que no sólo nosotros, los humanos, caemos en esa trampa, también lo hacen los genios que están al más alto nivel:

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